sábado, 14 de enero de 2012

LAS LUMBRES DE SAN ANTÓN

LAS LUMBRES DE SAN ANTÓN
José Quesada García

El jienense pueblo de Cabra del Santo Cristo, en plena Sierra Mágina, celebra el dieciséis de Enero las tradicionales “Lumbres de San Antón”. Es esta una tradición muy arraigada en este pueblo al igual que en toda la provincia de Jaén. Aunque en cada pueblo esta festividad se celebre con distintos matices, en el fondo y por tradiciones y ritos antiguos, todos los vecinos se reúnen en torno a las grandes hogueras para comer, beber, bailar y festejar a San Antón, como gran guardián del fuego y de los animales.
Durante el día dieciséis, los vecinos van hacinando y preparando las lumbres; lo hacen con ramoniza, leñas, matojos, muebles y enseres viejos. Unas lumbres las organizan entre varios vecinos de una calle, otras las preparan las asociaciones culturales y también hay algunos particulares que montan su propia lumbre. Aparte del acopio de la hoguera, para esa noche, también se preparan las viandas (productos derivados de la matanza, sardinas, papas, calabazas, carruécanos etc.), se llenan las botas y porrones de vino e igualmente se desgranan las panochas de maíz para hacer rosas para chicos y grandes.
Al oscurecer, las hogueras son encendidas y en torno a ellas se concentran los vecinos del pueblo, quienes empiezan a comer, beber, bailar y cantar. Los muchachos jóvenes saltan por encima de las lumbres, demostrando así su valor ante las chicas allí presentes. Según va pasando la velada y con los estómagos llenos de comida y bebida, se forman grandes corros de jóvenes, que bailan alrededor del fuego, cantando cancioncillas populares o recitando refranes de San Antón; también se cantan los llamados “melenchones” que son cancioncillas de acento pícaro, gracioso e irónico. Así hasta que llegue el alba o aguante el cuerpo. Con las primeras luces del día, en los rescoldos de las lumbres se preparan unas buenas sartenadas de migas; migas acompañadas de torreznos, chorizos, etc., con este suculento desayuno se empieza el día de San Antón.
La estación de Cabra y la estación de Huesa, son dos pedanías o barriadas pertenecientes al municipio de Cabra del Santo Cristo. Los vecinos de ambas, también celebran esta festividad de San Antón y como manda la tradición, encienden sus lumbres en honor al santo. Pero es en la barriada de la estación de Huesa en donde estas lumbres han tenido desde siempre mucho arraigo y un lugar señalado en su calendario festivo; ya que en su ermita de la virgen de la Aurora, se encuentra una imagen de San Antón, -Curiosa imagen que representa al santo con su largo bastón, su campanilla colgada del pecho, un libro santo en su mano y a sus pies, un gordito y sonrosado lechón-. A pesar de que las gentes emigraron de esta barriada, cada año por esta fecha, son muchos los que vuelven, organizan y participan en esta popular fiesta en honor a San Antón, el santo protector de los animales.


San Antón en la ermita de la Aurora en la Estación de Huesa.

Recopilación de refranes y dichos de San Antón, de canciones y melenchones (cancioncillas pícaras) que se cantan y recitan en torno a “Las Lumbres de San Antón”.
•Dichos de San Antón
“San Antón como era viejo “Esta noche las hogueras
le cortaron el pellejo y mañana San Antón
y le hicieron un tambor el que no mate marrano
viva, viva, San Antón” no comerá morcillón”.
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“San Antón mató un marrano “San Antón era un francés
y no me dio las morcillas que de Francia a España vino
quien le diera a San Antón y lo que tiene a los pies
con un palo en las costillas” es un hermoso gorrino”.
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Antón, Antón, Antón pirulero, “¡Ay Antón, Antón!
cada cual, cada cual, a ti te reluce el hocico
aprenda su juego, y a mí me falta un lechón”.
y el que no lo aprenda,
pagará una prenda.
Antón, Antón, Antón pirulero…

•Refranero
-En Enero San Sebastián Primero. Detente varón que primero es San Antón.
-Hasta San Antón, Pascuas son.
-San Antón Gorrinero, de los santos el primero.
-Baila San Antón, según le hace el son.
-En San Antón de Enero; gallina al ponedero, o si no, al puchero.
-Por San Antón, media hora más de sol.
•Letras de canciones populares.

“Pelando la Pava” “Mariquilla”
Muchas, con el achaque Mariquilla, María de Ramalejo
de tomar el fresco ahora que te has casado
se van a la ventana, caramba y toma
con mucho silencio; con el “pellejo”
sus madres las llaman:
Mariquilla, cierra la ventana. Me casé con el viejo por la “monea”
La “monea” se acaba
La voy a cerrar, caramba y toma
que estoy viendo a la gente pasar y el viejo “quea”
y era porque estaba
con su novio, pelando la pava. “Con este novio”
Con este novio
Ya ha cerrado tu madre que tengo ahora
la ventanilla, le doy la lata al otro
por donde tú me dabas y el otro llora.
tantas cosillas;
abre la puerta, Mariquilla. El tonto llora,
y yo me río,
“Ábreme niña” de ver la mala sombra
Ábreme niña, ábreme la puerta que tiene el tío.
y dime, donde, donde;
donde quieres que te la meta. “La culpa”
Tu madre tuvo la culpa
En la cocina no me entra, por dejar la puerta abierta,
y si a ti te da igual, yo, la tuve por entrar
métemela, métemela, en el corral. Y tú por estarte quieta.

Ábreme niña, ábreme el portal
que la carga, carga de leña
yo te la meto en el corral.
Ábreme niña, ábreme…

•Melenchones.
A mi suegra no le faltes Anda diciendo tu madre
porque la defiendo yo que tienes un olivar;
y si tratáis de quemarla el olivar que tú tienes
la leña la pongo yo. es que te quieres casar.

Tu madre está muy tonta. Ea Manolillo huevo frito
Porque tiene un hijo guapo. Ea tortilla de bacalao
Que lo meta en una orza. Ea que no te quiere tu novia
Y lo tape con un trapo. Ea porque está medio chalao.

Amor mío, ¿Qué traes? A tu madre la llaman
¡que tanto suena! “La Tomatera”
Un zapato a la rastra a tu padre “El Pimiento”
y otro sin suela. Y a ti “La Pera”.

Anda diciendo tu madre A la puerta de un sordo
que lo quiere “con carrera” cantaba un mudo
En mi casa tengo un galgo y un ciego le miraba
vaya por él cuando quiera. con mucho disimulo.


Pepe De Librada.
San Antón. 2011.

sábado, 24 de diciembre de 2011

HISTORIA DEL PAVO de PEPE DE LIBRADA


Ya falta poco para la Navidad; según se van acercando estas entrañables fiestas, todos pensamos en celebrar las mismas, reuniéndonos con nuestros seres queridos, regalándonos cariño, amor, amistad y otras muchas cosas que encontramos en los escaparates de las tiendas o en los grandes centros comerciales. También se piensa en los menús con los que debemos agasajar a nuestros familiares y amigos. Y aquí, voy a relatar lo ocurrido el año pasado con la cena de Noche Buena.
Todo comenzó el día veintidós, -el día de la lotería-. Aquella mañana me había acercado al centro de Madrid a gestionar unos asuntos de papeleos y de paso a realizar alguna compra de última hora. Cuando volví a casa a la hora de la comida y nada más entrar, me encuentro a mi mujer un poco alterada que me dice:
-¿Cómo es que tardas tanto? Te he llamado varias veces al móvil y no lo has cogido.
-Sí, he tardado un poco más porque había mucha gente por el centro y seguro de que me has llamado al móvil cuando circulaba por el metro. ¿Ha pasado algo? ¿O es que nos ha tocado la lotería?
-¡Eso es lo que nos ha tocado, el gordo!, -exclama mi mujer, a la vez que me cuenta lo ocurrido-. Resulta que a media mañana han venido un par de antiguos compañeros tuyos, quienes te han traído un pavo y querían verte antes de volverse para su pueblo.
-¿Un pavo? ¿Y es muy grande?
-Compruébalo tú mismo, el pavo lo han dejado metido en una caja ahí en la terracilla.
Atónito ante las palabras de mi mujer me dirijo a la terracita y allí me encuentro el pavo encerrado en unas cajas de la fruta. Rápidamente abro las cajas y me sorprendo cuando el animal se mueve y me mira con ojillos asustados.
-¡Madre mía! ¡Pero… pero si el pavo está vivo y es tan grande como un avestruz! ¿Y qué hacemos nosotros con él?
-Eso es lo que les he dicho a tus amigotes, pero me han contestado que te lo tenían prometido desde hace tiempo y que nos lo comamos en Noche Buena.
Sin dejar de mirar el pavo gigantesco, de color oscuro y al que le cuelga un gran moco colorado, telefoneo a quienes me han traído el animal.
-¿Siiii?
-¡Ambrosio! Que soy José Quesada.
-¡Hombre Pepe! ¿Qué pasa? Que hemos pasado esta mañana por tu casa y no estabas.
-¿Y cómo es que me habéis dejado un pavo vivo? ¿Qué hago yo ahora con ese pedazo bicho? Hacer el favor de pasaros por aquí y os lleváis el animal. Yo os agradezco el gesto, pero la verdad es que no sé lo que voy hacer con él.
-¡Oyeee! Que ya estamos a más de cien kilómetros del Madrid camino del pueblo y no nos vamos a volver ahora. Además, tú ya sabes que hace tiempo te dijimos que criábamos pollos y pavos allí en Cáceres y que un año te regalaríamos uno para Noche Buena. ¿No querías un pavo? ¡Pues ahí tienes el pavo Pepe! ¡Qué lo disfrutes con tu familia! ¡Ya verás que rico está!
-¡Eh Ambrosio! ¿Cómo quieres que yo… yo mate y desplume el pavo?
- Nada Pepe, eso vas al carnicero a quien tú le compras y el te lo mata y arregla para poder guisarlo. Bueno Pepe, que paséis unas felices fiestas y que lo disfrutéis.
-¡Vale Ambrosio!, saluda de mi parte a tu hermano Pedro, a quien antes he oído reírse de nuestra conversación. Que vosotros también tengáis unas buenas Pascuas y que sepáis que con vuestro pavo me habéis metido en un gran lío.
Cuelgo el móvil y le digo a mi mujer: -Ya has oído Ana, estos no van a venir a por el pavo, así que esta tarde me acercaré y hablaré con Roberto el carnicero a ver si él lo mata y lo prepara. Si es así, pues lo podíamos cocinar para la cena del día veinticuatro, que es cuando nos reunimos toda la familia.
Antes de comer, libero al pavo de las ataduras de sus patas y le pongo dos cuencos de plástico, uno con agua y otro con unos garbanzos. Mis hijos me han ayudado en esta labor y acarician al animal que aún está un poco atontado y asustado. Dejamos el pavo encerrado en la terracita acristalada y nos ponemos a comer, -por supuesto el tema de conversación en la mesa es el pavo-.
Aquella misma tarde fui hablar con Roberto el carnicero, y después de explicarle el tema del pavo, me dijo que volviese a la mañana siguiente y en un rato solucionaríamos el asunto, que ahora tenía clientela y no me podía atender.
Fue pasando el día y cada vez que me asomaba a la terracita, el pavo estaba más espabilado e incluso picoteaba los garbanzos y bebía agua de los cuencos. Los chicos también se acercaban a él y luego Javi el más pequeño me decía:
-¡Papa, porfa... no mates el pavo! Lo podíamos tener como una mascota, yo cuidaría de él y lo sacaría a pasear como si fuese un perro. ¡Anda papa, no mates el pavo! Porque si lo matas, yo no voy a comérmelo después de haberlo visto y es que me da mucha pena.
Esa noche no pegué ojo, por una parte pensando en el dichoso pavo y por otra, porque el animal de vez en cuando se movía y aleteaba en la oscuridad emitiendo extraños sonidos. “Glugluglú, gluglugú…” Me preguntaba qué pensarían los vecinos al escuchar estos sonidos, y seguro que decían: -¿Qué clase de bicho tendrá Pepe en su casa que hace esos ruidos tan raros?
-¡Buenos días Roberto! ¿Te traigo ya el pavo?
-¡Pepe, buenos días! Mira como tengo el comercio, es vísperas de Noche Buena y la gente se está aprovisionando, ahora no me puedo entretener en con tu pavo. Mira, hacemos una cosa; tú matas el pavo en tu casa, lo desplumas y me lo traes a última hora de la tarde y después de cerrar, yo te lo preparo para guisarlo.
-Hombre… es que la casa no es sitio para sacrificar el pavo.
-Nada, tú siendo de pueblo, esto para ti es pan comido. Tú hazme caso, utiliza un plástico grande para que no te salpique ni te manche la sangre y luego matas el pavo cortándole el cuello con un golpe de cuchillo para que el animal no sufra. Por último lo desplumas con agua hirviendo y del resto me encargaré yo cuando me lo traigas.
Volví a mi casa y convencí a mi mujer para que aquella tarde se llevase a los críos a dar una vuelta mientras yo sacrificaba el pavo. Evitaría así que ellos viesen aquel mal trago y que después se negasen a comérselo.
Llegó la hora de la verdad. La familia se había marchado; rápidamente extendí el plástico en la cocina y sin más demora cogí un cuchillo grande y me fui a por el pavo. Al abrir la puerta de la terracita me encontré cara a cara con el animal. El pobre estaba encima de la caja de la fruta y me miraba con ojitos inocentes, ignorante de mis propósitos. Mirándolo así me daba lástima, pero ya no podía echarme atrás y con decisión me dispuse a coger el pavo y acabar pronto con aquella situación.
No sé si el pavo se había percatado de mis intenciones pero al intentar agarrarlo, el animal dio un aletazo y saltó por encima de mí, arañándome con sus patas la mano y la cara, a continuación se escabulló hacia la cocina. Me toqué la cara y noté como los arañazos me sangraban, cabreado y de mal humor me fui en busca de él mientras le decía: -¡ahora sí que no te escapas!
El bicho estaba en la cocina dando vueltas sin saber muy bien que camino tirar, pero en cuanto me descubrió, salió pitando de la cocina y se introdujo en el salón, yo le seguía muy rápidamente, estando a punto de cogerlo, incluso le arranqué varias plumas de la cola. Al llegar al comedor, el animal vio la claridad de la luz de la calle que entraba por el gran ventanal y sin pensárselo se abalanzó sobre las vidrieras, en donde se estrelló estrepitosamente rompiéndose un ala y dañándose la cabeza.
Yo había cerrado la puerta del salón y cuando le vi estrellado y atontado, rápidamente fui a agarrarlo, pero de repente el pavo se volvió a levantar, volviendo a saltar y revolotear otra vez por todo el comedor, derribando a su paso jarrones, figuras y otros objetos decorativos que había encima de las mesas y del aparador. En uno de estos saltos se dirigió otra vez hacia el ventanal, pero en esta ocasión tuvo suerte y consiguió escabullirse entre el hueco de una ventana perniabierta y con mucha dificultad y dejándose un montón de plumas en el intento, el pavo saltó a la calle desde un cuarto piso.
Me acerqué a la ventana y miré hacia la calle, esperando ver el pavo despachurrado en el suelo, pero cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que se había quedado enganchado por el cuello y las alas en las ramas del árbol que hay debajo de mi casa. Raudo y veloz bajé las escaleras de la casa,- sin esperar el ascensor- y cuando salí a la calle, varios viandantes y algunos vecinos se arremolinaban alrededor del árbol y señalaban al pavo enganchado entre las rama que intentaba en vano zafarse de las mismas.
-¡Mirad un pavo! ¿Cómo habrá llegado el animal hasta ahí? ¿De quién será?
-¡Mío, el pavo es mío! Es que se me ha escapado por la ventana del comedor y se ha quedado ahí enganchado. Vamos a ver si conseguimos que baje de ahí.
Intentamos subir al árbol con una gran escalera y con palo largo probamos a desenganchar el animal, pero no lo conseguíamos ya que el pavo estaba a mucha altura. Lo que sí conseguimos es que en pocos minutos, medio barrio estaba allí contemplando el espectáculo que ofrecía el rescate del pavo.
De pronto, todos oímos la sirena de los bomberos que a toda velocidad se acercaban hasta nosotros. Rápidamente aparcaron el camión cerca del árbol y el jefe del grupo dirigiéndose a todos nosotros dijo:
-Hemos recibido un aviso de que hay un animal domestico subido en un árbol y que es imposible bajarlo. ¿Está aquí el dueño del animal?
-Soy yo –le respondí dando un paso hacia delante.
-¿Y es un pavo, no…? ¿Y como se ha subido ahí tan alto?
Tuve que explicarle al bombero como el pavo había saltado por el ventanal y él mientras me escuchaba, daba órdenes a los otros bomberos para que subiesen en la plataforma a rescatar el animal.
Todos estamos pendientes del rescate y es cuando aparece un coche de la policía municipal. Se bajan los guardias del mismo y el cabo se acerca al jefe de los bomberos y le pregunta por la causa de su actuación. El bombero le señala el pavo atrapado en el árbol y después le dice que el dueño del animal soy yo. El policía se dirige hacia mí.
-¡Suelte el cuchillo ahora mismo, tírelo al suelo!
Entonces me doy cuenta de que aún conservo en mi mano el cuchillo de cocina con el que iba a sacrificar el pavo. Con premura dejo el cuchillo en el suelo y me disculpo ante el agente de la autoridad.
-Lo siento agente, es que con todo este follón se me había olvidado que aún llevaba el cuchillo.
-¿Y por que anda por la calle con un cuchillo en la mano y de esas dimensiones?
Vuelvo a contarle al cabo toda la historia del pavo, pero este apenas da crédito a mis palabras y me pide el DNI y otros datos personales. A continuación, el policía rellena varios papeles. Supongo que me van a multar por escándalo público o por alguna cosa así. Me empiezo a sentir preocupado pensando en el follón que me ha metido el pavo.
Suenan aplausos cuando los dos bomberos subidos en la plataforma del camión desenganchan al pavo de entre las ramas, luego descienden con el animal hasta la acera. Los aplausos y vítores aumentan cuando los bomberos me entregan el pavo, -qué vergüenza estoy pasando-. El animal está herido y debido al miedo que ha pasado, ha escondido la cabeza y apenas se mueve. Como ya he firmado los papeles al cabo de los municipales aprieto el pavo entre mis brazos y me dispongo a volver a mi casa.
-¡Un momento señor Quesada!
-¿Qué pasa ahora cabo?
-Mire… que estos jóvenes dicen que le van a denunciar por maltrato a los animales.
Mis oídos no dan crédito a lo que me está contando el municipal. Al lado de él hay dos chicos, -chico y chica-, con aspecto de “perro-flautas”.
-¿Y eso a que viene ahora? –pregunto un poco mosqueado.
-Es que nosotros somos de una protectora de animales y estamos seguros de que usted está haciendo sufrir al pavo, no hay más que ver el aspecto que tiene el animal. Por eso le vamos a denunciar y sí evitaremos que el animal sufra. –me dice la chica.
-¡Madre mía la que me está liando el pavo! Lo tenía que haber regalado o haber soltado en cualquier campo sin que me viese nadie. –pienso para mis adentros.
El cabo decide que vayamos todos al cuartelillo y allí aclaremos esto. Aunque algunos vecinos increpan a los jóvenes y a la policía municipal, la realidad es que con mi pavo entre los brazos termino en el cuartelillo. Allí los defensores de los animales me denuncian y consiguen que lleve a curar el pavo a una clínica veterinaria. Después de esto los municipales me acompañan hasta el ambulatorio para que allí me curen las herida, siempre con el pavo acuestas.
Vuelvo a casa, es muy tarde, allí me espera mi mujer que está muy cabreada por los destrozos que ha ocasionado el pavo. Tampoco da crédito a lo que le cuento sobre lo ocurrido con el animal a partir de mi intento de matarle y entonces me pregunta:
-¿Y ahora que vas hacer con el pavo? ¿Lo vas a matar, lo vas a regalar o qué vas hacer con él?
-¡Calla, calla Ana! Que como me han denunciado los “amigos de los animales” ahora tengo que llevar el pavo todas las semanas al veterinario hasta que se cure y luego cuidarlo como si fuese un miembro más de la familia.
-Eso nos va a costar un dineral. ¿Y dónde vamos meter el pavo? Esto es un piso y aquí no hay espacio.
-¡No, si el pavo ya nos ha salido caro! Tenemos que pagar la salida de los bomberos y el rescate del bicho, abonar los servicios veterinarios de esta tarde y de las curas venideras, seguro que también tendremos que pagar alguna multa más que nos pondrán los municipales por escándalo público o por cualquier otra tontería. Así que acondicionaremos la terracita para que el animal viva ahí hasta que se cure. Después ya veremos lo que hacemos con él. Porque… me están dando unas ideas de coger el pavo y llevárselo a mis amigos Ambrosio y Pedro y que se lo coman crudo, con plumas y todo.
Llegó el Noche Buena, por supuesto no cenamos pavo y en todas estas reuniones familiares hube de aguantar muchas bromas referentes a las tropelías del animal.
Ha pasado el tiempo y el pavo se ha curado, ha crecido, engordado y tiene un lustre especial en sus plumas. Ahora es nuestra mascota a quien los chicos han bautizado con el nombre de “Gordi”.
No me arrepiento de no haber sacrificado a “Gordi”. Incluso ahora me siento orgulloso de pasearle por el parque, -no hay otra mascota como la mía- y veo en mucha gente que lo admiran y sienten envidia del mismo. Cuando le suelto de la correa, corre y da pequeñas voladas, pero si veo que se aleja demasiado o se mete en conflicto con algún perro, le llamo dándole un fuerte silbido y al instante vuelve hacia mí con las alas arrastrando y haciendo estos sonidos:
-¡¡Gourdo, gourdo… gourdo, gourdo!!


ES MI DESEO DE QUE PASEIS UNAS FELICES FIESTAS Y UN PROSPERO AÑO NUEVO.

Aviso: Si estas fiestas vais a comer pavo, que no os pase lo que a mí, que el pavo os lo den listo para cocinar.


JOSÉ QUESADA GARCÍA.